15 de octubre de 2014

Mi insignia

Hoy, en mi hora de almuerzo, leí el cuento "La Insignia" de Julio Ramón Ribeyro de su libro La Palabra del Mundo. Después de casi dos horas, llegó a mi mente una comparación de la lectura con mi presente y lo que ha sido mi corto pasado desde que empecé la universidad.
Nunca me puse a pensar en la elección que hice al "recoger" mi decisión de carrera universitaria con tantas opciones "regadas en el suelo". Simplemente, fue algo que llamó mi atención, recogí, guardé como algo valioso y, luego, decidí darle uso. Lo coloqué en mi pecho como característico de mi persona, incluso como adherido a mi personalidad. Lo llevé muy bien.
Me crucé con tanta gente importante que me eligió para muchas actividades, que realicé con un nivel muy alto de compromiso. Me eligieron por ese distintivo que llevaba en el pecho, sin saber yo qué representaba.
Me puse a pensar algunas veces sobre su significado, y me mareé al darle tantas vueltas para saber qué representaba. Lo dejé quieto. No volví a reflexionar sobre por qué opté por mi carrera.
Hasta ahora mi vida como comunicadora me ha envuelto en variadas y significativas tareas y labores que he desarrollado e intento seguir haciendo de la mejor manera. Resaltando. Levantando el sonido de mi nombre.
Al igual que la historia de Ribeyro, esta insignia parece importante, guarda un significado con mucho valor que mi entorno y yo le atribuimos.
Por el momento, quiero seguir con este símbolo sobre el pecho, aun cuando todavía no descubra su verdadero significado; y si me preguntan cuál es el sentido, cuál es el camino; simplemente, no lo sé.
Mis actividades están claras, y sus consecuencias me resultan muy satisfactorias. No tengo resultado triste. Mis metas han sido y siguen siendo acogedoras.

No me pregunto el qué o el por qué, pues el cómo me hace feliz.

Caminante, el camino se hace al andar.